Por el momento, la muerte es inevitable y en general se la acepta como tal. Sin embargo, la muerte prematura e inesperada, ante todo en niños, es trágica y del todo inaceptable. Los niños son la creación más preciada de sus padres y su apuesta terrena a la inmortalidad. Cuando un niño muere, la familia queda devastada, a veces de manera irreparable. Incluso los profesionales de la salud pueden sufrir tensión emocional incapacitante cuando fallece uno de sus pacientes menores de edad. En contraste, es inmenso el alivio y alegría cuando un niño se recupera por completo de la muerte clínica
Pocas experiencias en la vida aúnan la euforia y el terror de la manera que lo hace las que acompañan al tratamiento urgente de un niño enfermo o accidentado en estado crítico. La reanimación inicial suele realizarse en una atmósfera tumultuosa, caótica y cargada emocionalmente, en el cual hay poco tiempo para pensar o discutir opciones de tratamiento. El éxito depende del enfoque de un equipo que utilice protocolos sistemáticos de tratamiento bien ensayados y que puedan ser puestos en práctica desde el momento mismo en que nos llega una Parada Cardiorespiratoria (PCR)
Afortunadamente la Parada Cardiorespiratoria (PRC) es un acontecimiento infrecuente entre pacientes pediátricos y cuando ocurre una rápida intervención puede prevenir las consecuencias de la misma.
Los niños constituyen una porción pequeña pero importante de las víctimas que requieren Reanimación Cardiopulmonar (RCP). Constituyen del 5 al 10% de los transportes en ambulancia y alrededor del 25 al 30% de todas las consultas de los servicios de urgencias. Los principios, el equipo y la medicación utilizada en la RCP Pediátrica son semejantes a los empleados en adultos. Sin embargo, la atención de niños con enfermedad o lesión grave requiere de conocimientos específicos de anatomía y fisiología pediátrica.
La Parada Cardiorrespiratoria (PCR) es más frecuente en el recién nacido y durante el primer año de vida, aunque en algunas unidades hospitalarias con ingresos frecuentes de patología quirúrgica, puede ocurrir un importante porcentaje de paradas cardiorrespiratorias en niños mayores de un año. La mayoría de las PCR en la edad pediátrica rara vez son un acontecimiento súbito, sino que se producen como consecuencia de un deterioro progresivo, más o menos rápido, respiratorio o circulatorio, secundario a enfermedades o accidentes, y que a través de una hipoxemia-hipoperfusión llevan a una PCR.
La epidemiología del paro cardiorespiratorio en niños difiere de la del adulto. Los adultos sufren principalmente urgencias cardíacas, en tanto que los niños sufren básicamente urgencias respiratorias; será el trastorno respiratorio el que provoque un deterioro circulatorio y finalmente un fallo cardíaco.
En niños, el paro respiratorio es mucho más frecuente que el paro cardíaco y se relaciona con una frecuencia de recuperación mucho más alta que la del paro cardíaco. El motivo fundamental de la PCR en las enfermedades respiratorias agudas es la fatiga muscular respiratoria, por ello, ante un niño con trabajo respiratorio intenso que se prolonga en el tiempo, es obligado vigilarle adecuadamente y tomar las medidas preventivas que eviten la parada cardiopulmonar secundaria. Si se descubre y trata el paro respiratorio mientras el niño tiene todavía un ritmo cardíaco adecuado, la supervivencia es de un 60 a un 70%, y la mayor parte permanecen intactos desde el punto de vista neurológico.
El paro cardíaco suele producirse como evento secundario al desarrollo de hipoperfusión progresiva o insuficiencia respiratoria, con hipoxemia y acidosis concomitante; sin embargo puede producirse paro cardíaco primario en aquellos niños con cardiopatía congénita de base o en el postoperatorio cardíaco. El ritmo terminal en niños que desarrollan paro cardíaco con ausencia de pulso a nivel extrahospitalario es con más frecuencia bradicardia que evoluciona a asistolia. La fibrilación ventricular, a diferencia de los adultos, acontece en menos del 15% de los niños menores de 10 años que precisan RCP. La mortalidad por paro cardíaco extrahospitalario tiene un promedio del 90%, quedando la mayoría de supervivientes con lesiones neurológicas graves.
Podemos concluir por tanto, que la medida más importante en la reanimación pediátrica es la prevención, debemos descubrir los signos precoces de compromiso cardiopulmonar y prevenir el paro cardiorrespiratorio mediante el apoyo de oxigenación, ventilación y perfusión.